Cientos de ocres cubren la tierra
las últimas lluvias, posaron una alfombra
de muerte para dar vida.
Un tímido sol, rasga la espesa capa gris
con que se cubre el cielo
pero no acierta a ser abrigo cuando
el olor a invierno expande sus dedos.
El viento, se hace aguja sobre la piel.
Aún así, la mirada queda sumergida en tanta belleza.
El ciclo eterno de muerte y vida, vida y muerte
anida, en la constancia de la tierra.
Somos seres mínimos, motas de polvo en el tiempo
apenas luz, en el estallido eterno de la tierra.
2 comentarios:
Un bello poema que es toda una reflexión de la misma vida y lo insignificantes que somos en el universo y sobre la tierra mismo.
Muy bueno, nena.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
no som res Maribel i ho som tot, una abraçada
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