La verdad que tú ya sabes, pero que nunca me escuchaste
anida irreverente en la comisura de los labios.
En cada pálpito de tu cuerpo ansia enredarse mi deseo
y reconocerme viva en el roce de tus dedos.
En el viento, mis alas esculpen tu nombre, tu rostro
y un universo de rojo fuego que al no saberte,
Escurre la llama entre el plumaje de mis anhelos
como si manantial huidizo fuera el nombrarte
como si cielo inalcanzable amarte sin que me ames .
Hieren sin cicatriz viable, las palabras que brotan
y no se abren, hieren antes de una muerte que reconocen
henchida de impronunciables verbos por entregarte.
1 comentario:
No hay que dejar morir esas palabras.
La verdad tiene que salir a los cuatro vientos y llegar a su destino.
Me ha gustado, Maribel.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
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