Cuando regreses a mí,
ven con una rosa,
como aquella que un día
dibujaste sin espinas.
Que esa rosa sea roja
como la pasión que me entregaste.
Y que al nacer las espinas
en la rosa dibujada
te llevaste.
Deposítala en mis manos,
que al ser su tallo limpio
yo la acercaré a mi corazón
con la certeza
de que no harán heridas sus pinchos.
Encerrados
quedan en el cajón
de los olvidos
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